Camino a Chichiriviche, Venezuela

Texto y Fotografía por Kime Aftari

  • En busca del paraíso tropical llegamos a Chichiriviche, un pueblo con aproximadamente 19 mil habitantes  rodeado de islotes de mar turquesa, cocoteros y arenas blancas pertenecientes al Parque Nacional Morrocoy.

Cayo Sombrero

La ruta

Para llegar desde Caracas a una de las zonas más hermosas del caribe venezolano hace falta tomar un bus hasta Valencia y luego uno a Chichiriviche o Tucacas (opcional). Sin embargo, nosotras acompañadas nuevamente por Seven (literalmente exhausto de la noche anterior), nos fuimos en «El Chino» por  la Autopista Regional del Centro y en menos de 5 horas ya estábamos frente al mar.

En el camino, pasando Maracay (cuidado con pasarse demasiado que, otra vez, nos sucedió) están las indicaciones para seguir  hacia Morón (ciudad a la cual no debes ingresar) Sabrás que vas en el camino correcto cuando veas la refinería PDVSA, escena inconfundible que te pone frente a la industria del crudo con que se alimenta este país. Unos minutos grises que más tarde contrastan con una carretera llena de palmeras gigantes por ambos lados con el mar a un costado.

En menos de una hora, dependiendo de la velocidad, puedes entrar a Tucacas, un pueblo vehicularmente caótico que atraviesas por una avenida de extremo a extremo. Luego la carretera te ofrece ingresar al Parque Nacional Morrocoy. Si continúas derecho podrás decidir seguir hacia Coro o girar a la derecha y entrar al camino recto que lleva a Chichiriviche. Si tienes suerte puedes ver a los flamencos rosa que habitan las lagunas en la vía hasta el pueblo.

Nos estacionamos frente al mar y casi antes de bajarnos del carro, ya nos estaban ofreciendo tour por los cayos, posada y estacionamiento. Aceptamos sin pensar. Al poco tiempo estábamos en la lancha de Alexis con una cava llena de cervezas, hielo y «chucherías»- confites – que él mismo nos ayudó a conseguir. !Excelente atención!

Recorrimos la Cueva del Indio con petroglifos de más de 3500 años de antiguedad; la cueva de la virgen; los manglares en el Túnel de los enamorados; el barco hundido, el cayo Pelón – cubierto por el agua el año 2011- y las estrellas de mar. Terminamos almorzando en Cayo Sal donde Cam y Seven pidieron un Pargo grande, uno de los peces más codiciados de Venezuela. Más tarde comieron ostras.

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Para el regreso Alexis ya era nuestro amigo, había pasado todo el día con nosotros conversando sobre la vida del pueblo, comiendo y bebiendo. Por la noche nos pasó buscando para ir a rumbear, pero no fuimos capaces ni de abrir la cortina del cuarto para mirar a la calle, sólo escuchamos sus llamados desde lejos. El agotamiento era extremo (la madrugada anterior nos fuimos de rumba y dormimos sólo 2 horas y media antes de salir de viaje).

La mañana siguiente continuábamos cansados, pero nuestro buen anfitrión pasó nuevamente por la posada, para llevarnos junto a una pareja a Cayo Sombrero – así sería más económico- pues dividíamos el viaje en 2. Nosotros pagamos Bs. 800.

Cuando llegamos tuvimos la postal caribeña hecha realidad frente a nosotros. Seven saltaba, literalmente, de alegría. Para alguien que viaja desde el sur y se encuentra con ese nivel de belleza la sensación es comparable a un plato de comida que activa las glándulas salivales. Cam estaba un poco agobiada con tanto calor y yo era incapaz de salirme del agua.

Cayo Sombrero

Esa mañana de sábado la pasamos en Cayo Sombrero, desafortunadamente había demasiados turistas como para disfrutarlo a nuestro estilo. Por lo mismo es importante recordar que no es bueno viajar fines de semana ni mucho menos en fechas turísticas.

Luego del almuerzo salimos a Caracas, no queríamos viajar de noche. Fue cuando regresábamos de la Fiesta de Elorza que decidimos no volverlo a hacer; la autopista Caracas- Maracay no juega. Sin embargo y pese a todos nuestros esfuerzos se oscureció en la ruta.

La vida te da sorpresas, a nosotras nos las da bien seguido, ese sábado nos tocó darle la cara a uno de los ítem que siempre temimos…esa noche tuvimos suerte, dicen.

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